lunes, 27 de febrero de 2017

¿Somos héroes?

Pablo Ráez murió el sábado. Yo le conocí gracias a mis redes sociales, cuando una amiga compartió una de sus actualizaciones de instagram. Su manera de escribir, su sonrisa, su optimismo me cautivaron desde el primer momento... A lo que contribuyó también esa necesidad que tenemos los enfermos de cáncer de ver a otras personas en la misma situación que nosotros, para asumir este boleto de "gafelotería" que nos ha tocado con la máxima normalidad posible.

Recuerdo que le empecé a seguir y que me maravillaba ver cómo un chaval tan joven tenía la cabeza tan bien amueblada y hacía sus reflexiones respecto a la vida y la muerte. También recuerdo admirarme de su activismo, de su ánimo para pedir donaciones de médula. "No para mí, para todo el mundo" decía. Y su mensaje caló, como no podía ser de otra manera. Con su sonrisa, su mirada franca y sus gestos de fuerza e integridad, conquistaba a jóvenes -y no tan jóvenes- y los reclutaba para la causa de la donación.




He tenido una reflexión que me gustaría compartir con vosotros. Vivimos en un sistema de vida en el que trabajamos y ganamos dinero por tiempo, es decir vivimos por y para el tiempo. Vivimos esclavos de este sistema que se basa en la pura burocracia. El planeta se está degenerando poco a poco, lo estamos destruyendo, derretimos los polos, producimos sin control,provocamos guerras, asesinamos personas y un largo etcétera que hacen que este mundo alcance su fin y todo esto lo estamos produciendo por dinero. No somos felices con lo que tenemos, siempre queremos más. La vida se debe basar en lo básico que se necesita y vivir en un sistema que realmente mire por cada persona y por cuidar este impresionante planeta lleno de belleza. Tenemos que ser más felices y ver realmente lo que estamos haciendo por y para el mundo,tenemos que empezar a darnos cuenta de la importancia que tienen realmente las cosas y valorar las verdaderamente importante. Demos más amor, primero a uno mismo y después a el mundo. Hasta que no te quieres a ti mismo no puedes querer a los demás. Demos más sonrisas, demos más abrazos, demos más paz , demos la mejor versión de nosotros mismos. Demos gracias a la vida por darnos el gran lujo de poder despertarnos cada mañana , seamos más agradecidos. 🙏🏻❤
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Lo malo no es tener miedo a la muerte, lo malo es no saber vivir, decía Pablo. Y cualquiera diría que tenía solo 20 añitos. En una época en la que te tendrías que comer el mundo, disfrutar del amor, el sexo y la vida, él daba lecciones de integridad y de sabiduría desde un hospital a golpe de fotos y palabras en instagram.

Cualquiera que le haya leído sabrá que no ha habido nadie más optimista y más luchador. Y aún así la maldita enfermedad se lo ha llevado por delante. Si solo el deseo de miles de personas de lograr una curación hubiera funcionado, Pablo estaría hoy vivo. En su caso era algo tan "sencillo" como encontrar el donante que al final llegó y que su cuerpo aceptara la médula donada. Y no pudo ser.

Yo guardo las palabras de Pablo en el corazón y me quedo con el hastag #fuerzaraez que usaban sus seguidores para darle ánimos. Y aún así, no dejo de pensar en ese optimismo que nos venden como necesario para curarnos. Ese "hay que ser optimista" del que hablaba en otros post. Si el optimismo curara, hoy Pablo estaría vivo. Si las ganas de vivir fueran suficientes, le veríamos hoy en su "timeline" sonriendo y celebrando la vida, como hacía él. Pero, por desgracia, nada es tan sencillo en esta vida.

Y el optimismo está bien cuando viene de dentro, cuando es la fuerza que te impulsa cada día. Y en mi caso no es optimismo por pensar que me voy a curar o que va a llegar una solución mágica, sino optimismo por pensar "hoy todavía estoy viva", "hoy todavía la vida es bella" y "hoy todavía tengo razones para celebrar", "hoy tengo a mis seres queridos cerca, hoy mis hijos me siguen sonriendo con los ojos y con el corazón, hoy tengo a mi pareja que me sostiene mientras camina a mi lado, hoy mis amigos se siguen ocupando y preocupando por mí". Es ese sentimiento que es un modo de vida, antes y después de la enfermedad.

Así que, si os encontráis con un enfermo de nuestra tribu en el camino, no le invitéis a ser optimista sino dadle razones para serlo. Reservad tiempo para él o ella, acompañadle en sus paseos o en sus tratamientos, mandadle mensajes, estad a su lado... porque eso es optimismo en esencia, que ayuda mucho más que esas frases "optimista-lapidarias".

Los enfermos, desde mi punto de vista, tampoco somos héroes. Cierto es que los héroes no eligen sus grandes gestas; en muchos casos les vienen impuestas y ellos solo hacen lo necesario para seguir adelante. En ese sentido nosotros somos igual de héroes que el parado que sale todos los días a buscar trabajo o la señora que se traga el orgullo todos los días para ir a comer a un comedor social o mendigar comida para sus hijos. El destino nos pone delante de la enfermedad y nosotros solo salimos adelante lo mejor que podemos. No somos héroes; somos personas, somos enfermos... Y a veces las etiquetas de héroes no son más que losas que la sociedad nos imponen y que, en algunos casos, nos impiden penar, llorar o dolernos en público por no salirnos del rol que nos han impuesto.

Así que adiós Pablo. Pablo, mi Pablo, el que yo construí en mi mente pues no tuve el placer de conocerle... Mi Pablo era optimista antes y depués de su enfermedad. Era optimista porque cada célula de su cuerpo se lo pedía y porque sabía que su sonrisa era contagiosa y que su entusiasmo era inspirador hasta el extremo de convertirse en el motor de pequeños cambios orientados a hacer el mundo un poquito mejor. Mi Pablo no era un héroe sino un chico que decidió que no iba a ser "paciente" sino a contagiar su "impaciencia" al resto del mundo, demostrando que con pequeños gestos podemos influir significativamente en la vida de los demás. Mi Pablo tenía sus malos momentos, pero no dejaba que esos baches le impideran ver lo bonito del camino que transitaba y fabricaba con cada uno de sus pasos.

Mi Pablo no era el novio llorado o el hijo injustamente perdido. Mi Pablo era una inspiración, un compañero. No era un héroe, sino que era un activista siempre con el puño en alto. Mi Pablo era una idea, y como tal, sobrevivirá a la caducidad de la carne y seguirá viva, espero que mucho tiempo, en los corazones en los que anidó.