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En un pueblo muy pequeñito de la sierra se ganaba la vida Belén, la carnicera toda la vida, que se había ganado su reputación y confianza a base de trabajo duro y dedicación a sus clientes. Seleccionaba cuidadosamente el ganado que vendía en su negocio y, cuando tenía oportunidad incluso lo criaba ella misma, recordando las charlas con sus padre, los días de frío, frente a un lumbre y un pequeño caldero con migas del pan del día anterior y algunas setas y hierbas que hubieran encontrado por el camino y los consejos que había atesorado durante esos momentos.
La fama de la ternura, jugosidad y profundidad de sabor de sus carnes era tal, que la gente acudía desde algunos pueblos cercano, ¡¡¡Incluso desde la ciudad!!! Para hacerse con sus preciosos bocados, sobre todo para las ocasiones especiales. Incluso servía diariamente a las posadas y fondas más cercanas.
En el pueblo también vivía Claudette, una criadora de pollos, con el que mantenía una relación cordial e incluso algunos días habían compartido carromato en alguna ocasión para acudir al mercado.
Un día Claudette se acercó a Belén y le pidió su ayuda. Había pensado en ampliar su negocio de pollos con un servicio de alimentos ya preparados para servir a las fondas y posadas, a los viajeros con prisas e, incluso, a las cocinas de los señores y caballeros adineraos afincados en el entorno. A Belén le pareció una buena idea y le explicó que ya trabajaba con otros pequeños ganaderos así... Así que, con ilusión recibió el primer pedido de Claudette: dos corderos lechales, abiertos a la mitad, ahumados con una mezcla especial de hierbas para que la carne se mantuvise óptima durante más tiempo y con una descripción del despiece requerido. Belén, muy contenta por su negocio y por el de Claudette, acordó un precio y le confirmó que su pedido estaría listo en tres días.
Se puso manos a la obra, trabajando del amanecer hasta el anochecer para seleccionar la leña, las mejores hierbas e incluso recolectar un poco de la miel de sus colmenas que daría un toque crujiente y especial a la piel de la carne, una vez cocinada. A costa de gran esfuerzo, de pedir a sus ancianos padres que atendieran a sus hijos y madrugar para dejarles la comida y lista y agua fresca recién traída del pozo y logró tenerlo todo listo y empaquetado en plazo para el encargo.
Al tercer día Belén se sentó a esperar a Claudette desde primera hora en la puerta de su casita de madera... Pero esta no apareció durante toda la mañana
Preocupada Belén, al ver pasar a uno de los pastores que le vendían ganado, le pidió que si veía a Claudette, le recordara que lo suyo estaba preparado. Pero Claudette no dio señales de vida en toda la semana ni en la siguiente. El siguiente día de mercado, Belén se acercó a Claudette para averiguar porqué nunca recogió su pedido ni le había dicho nada al respecto. Claudette se disculpó diciendo que, como la bolsa no le llegaba para pagar el pedido completo y algunos de sus pedidos se habían caído a última hora, no había podido recaudar el dinero necesario para completar el pago y lo había dejado pasar. Belén estaba decepcionada y molesta por todo el trabajo, carne, trabajo, favores y esfuerzos que ella había puesto en completar su parte del trato, pero lo dejó pasar... Ya llegarán mejores momentos para todos y si a Claudette le va bien, yo también podré hacer mejoras e incluso contratar a alguien para tener mis propias ovejas y cabras bien cuidadas.
Un par de semanas después, un pastor se acercó a su puerta y junto con los dos corderillos que azuzaba, se acercó a Belén y le entregó un papel. - De parte de Claudette - le dijo.
Belén leyó la carta con curiosidad y descubrió que Claudette le hacía un nuevo pedido, pues se había comprometido a servir el plato principal y otras viandas en la fiesta de compromiso de un comerciante de la ciudad. Solo necesitaba que todo estuviera a tiempo y una carta firmada constatando el valor de la transacción para que Claudette pudiera llenar su bolsa con el usurero de la ciudad, empeñando algunos bienes y adelantando cobros a algunos de los clientes de su pollería.
Belén, con gran ilusión se puso de nuevo manos a la obra, y aprovechó para pagarle al pastor los animales y pasarlos a la parte trasera de su casa donde, en un pequeño granero hacía las labores de preparación y despiece. Incluso disponía de un pequeño pozo, bien disimulado, donde guardaba a mucha profundidad el remanente de carne de algunas épocas, aprovechando el frío del glaciar que coronaba una de las montañas cercanas.
De nuevo se puso manos a la obra y lo dejó todo listo a tiempo en el plazo establecido. Se sentó de nuevo a esperar y Claudette no apareció. Ese día Belén le dijo a su hijo Esteban que, en lugar de ir al colegio fuera a ver a Clauedette y le dijera que su pedido estaba preparado y que se iba a echar a perder de nuevo y que su madre ya había quedado mal con algunos de sus clientes al decirles que no tenía nada disponible, mientras se deslizaban por el tejado pequeños trasquilones de bruma gris procedente del ahumadero.
Al décimo día sin recibir respuesta de ninguna clase a sus llamados y mensajes, Belén fue a buscar directamente a Claudette y le pidió que la acompañara a su cabaña. Le enseñó los restos de toda la carne que había pedido, ya llenos de moscas, putrefactos y echados a perder y le explicó que no solamente había perdido tiempo y dinero con sus encargos para nada, sino que además había tenido que acudir a un escribano para facilitarle el papel que le había pedido, pasarse días sin dormir y trabajando para completar el pedido y a la vez poder acarrear agua para la cocina y la higiene de sus hijos, con los que no había podido compartir ni unos minutos en esos días... Y lo peor de todo era no haber recibido ningún comentario o comunicación suya, ni a través de un mandado para responderla o comunicarle su desistimiento o sus problemas. Claudette se deshacía en disculpas y reconoció que tenía que haber dicho algo antes. Belén admitió sus disculpas, pero no sin antes intentar dejar lo suficientemente claro que :
- Lo más frustrante no es el tiempo perdido, que podía haber dedicado a mi familia o a mi negocio, lo más frustrante es haberte ofrecido mi colaboración y disponibilidad y no haber recibido ninguna respuesta por tu parte hasta que no he venido a buscarte. Esa no es manera de tratar a la gente. -Disponer del tiempo y de los recursos de los demá mientras das la callada por respuesta es Claudette se seguía disculpando, mientras se estrujaba las manos con la mirada perdida en el horizonte y Belén aceptando sus disculpas y hablando con voz firme y mirada directa a los ojos, tratando de que entendiera que las disculpas están bien y son necesarias, pero parecen un poco impostadas cuando es la persona agraviada la que tiene que ir a buscarlas y que, por otro lado, las disculpas son eso, disculpas, pero no hacen reaparecer mágicamente el tiempo perdido ni la leche derramada. Y sí, quizá Belén se puso un poco insistente en la demostración práctica y teórica de este punto, pero para ella era muy importante no malgastar el poco tiempo disponible, gestionando un negocio, criando hijos y pagando facturas y manteniendo un hogar, día tras día. Para ella era importante demostrar a Claudette que para el tiempo era polvo de oro fino que se le iba escurriendo entre la manos a poquitos cada día, mientras el viento lo recogía y lo iba esparciendo, haciéndolo imposible de recuperar. Y también quiso dejarle meridianamente claro que ella no estaba dispuesta a seguir dilapidando a puñados su reserva de polvos dorados, que ninguna disculpa tardía y, retrasada y reclamada le iba a poder devolver. Y finalmente terminó la conversación recordándole a Claudette que seguía a su disposición y que si necesitaba resolver alguna duda sobre cómo cocinar sus carnes o mejorar el aprovechamiento d las piezas o hacer un nuevo pedido, estaba a su disposición, pero siempre en una condiciones de comunicación clara y respeto mútuo. La daialéctica de Belén siempre fue respetuosa, clara y concisa y no tenía duda de que había una buena cosa hablar personalmente con ella para que pudiera entender su punto de vista. No quería abroncarla porque no se sentía ni su guía espiritual ni su sacerdote o su profesora, sino que simplemente quería dejarla suficientemente claro cómo su dejadez y falta de comunicación le habían afectado no solo a nivel laboral sino también a nivel personal y una disculpa tipo “tienes razón tenía que haberte hablado o respondido antes” no resolvía nada en ese momento.
Para Belén la conversación nunca fue una guerra dialéctica y sentía que había dejado pleno espacio y tiempo a Claudette para expresarse y si le hubiera dicho que en esos momentos no estaba preparada para hablar del tema, hubiera accedido a cualquier otro momento y lugar que fuera apropiado para ambas.
El tema quedó cerrado para Belén, que no tuvo ninguna relación comercial ni personal más con Claudette y por ello se quedó fuertemente sorprendida cuando acercándose las festividades del Yule y del Solsticio de invierno se acercó a su cabaña el cura del pueblo con una misiva firmada por Claudette que rezaba lo siguiente:
Belén, no quería que terminase este año solar dejando cosas pendientes, de ahí que te envíe esta
carta que tanto trabajo me cuesta escribir.
Hace unas semanas hablé contigo, cuando, con toda la razón del mundo me pedías explicaciones (explicaciones que os debí haber dado en su momento y no hice. Fallo mío). Desde el primer momento entendí que me había equivocado y pedí disculpas por ello. Pero no pareció ser suficiente puesto que continuaste con tu reprimenda cada vez empeorando el discurso (con esto no digo que gritaras ni insultases, se puede hacer daño igualmente sin ninguna de esas cosas).
Vuelvo a repetir que entiendo el enfado perfectamente pero considero que cuando una persona entiende que se ha equivocado, asume su culpa, da explicaciones y pide disculpas, no hay motivo para seguir con la reprimenda.
No sé qué intención había ni sí habías tenido o no un mal dí, aún así, a mi parecer no justifica esa actitud hacia mi (ni hacia nadie).
Dudaba si continuar o no escribiendo pero ya puestos, por qué no hacerlo. La tarde de nuestra conversación fue pocos días después de que un lobo su hubiera comido todas las gallinas de mi corral y además dejara malherido gravemente a mi hijo. Imagino que como madre podrás entender cómo me sentía entonces y cómo me pudo sentar que se arremetiera hacia mí de esta manera. Acabé más hundida aún.
Sentía que tenía que decírtelo porque, al igual que a mí me gusta que me digan cuando me equivoco para poder mejorar, creo que hay cosas que se deben decir para que los demás, al menos, reflexionen al respecto.
Y ya me despido.
Gracias por todo tu tiempo prestado.
Un saludo,
Belén decidió tomarse su tiempo para responder porque la carta de desahogo o acusación moral recibida se le había clavado como un dardo mortal y envenenado en el alma. Pidió al pastor el favor de volver al día siguiente para entregar su respuesta y rebuscando por la casa consiguió reunir unas cuantas hojas limpias, fabricar un poco de tinta con grasas y ceniza y le dictó a su hijo mayor, Ezequiel, la siguiente respuesta:
Claudette:
Llevo desde que leí tu mensaje ayer en una tormenta emocional en la que me siento sin recursos para actuar, así que como llevo toda la noche sin dormir dándole vueltas al asunto (quizás la carta de ayer a ti te aportó la paz que necesitabas para cerrar el año, pero a mí me has dejado hecha un trapito y arrastrada por los suelos y creo que con eso has conseguido exactamente lo mismo de lo que me acusas “hundirme más todavía, así que no puedo dejar de responderte, no para darte explicaciones o disculpas que no van a curar tu dolor o el mío, sino para dejarte ciertos puntos claros que quizás arrojen más luz hacia tu inquina conmigo o contribuyan a mitigarla un poco. Para mí está muy claro que escribir estas letras supone la única manera de desembarazarme de la telaraña emocional en la que me has liado.
En primer lugar me gustaría dejarte claro que ni tenía un mal día en especial -aparte del cansancio normal por un exceso de trabajo- ni intención de acosarte ni de hacerte sentir mal. Tampoco soy ni bruja ni adivina ni tengo una bola de cristal, así que en ningún momento sabía de tu estado emocional, ni de que estabas pasando un mal momento a nivel personal. Creo que si en algún momento me hubieras dicho que preferías tener la conversación en otro cualquier otro día, lo habría aceptado sin problemas. Te podías haber dado media vuelta en cualquier momento y haberte marchado, evitando así ese hundimiento emocional que dices que te provoqué. Como madre, sí, entiendo perfectamente lo que me cuentas, ya que personalmente he vivido esa situación en repetidas ocasiones y tengo a dos hijos lisiados por el lobo y a otro medio ciego por la misma alimaña que la vida nos ha puesto por delante.
Ni yo misma soy inmune a su amenaza, ya que la mala bestia me la tiene jurada y viene de vez en cuando a arrearme un mordisco en las piernas, en la cara o degollar a todo mi ganado sin comerse un solo bocado…
Así que sí, entiendo perfectamente la situación en la que estabas, que reconozco como un malestar y un shock emocional en pleno duelo por un gran pérdida que necesitarás ir elaborando con tiempo y paciencia a nivel personal… por lo menos es lo que a mi me ha funcionado cuando he sufrido situaciones similares a la que me describes ahora.
Te reitero que mi conversación contigo fue estrictamente profesional y educada, lejos del abroncamiento que tu sentiste, pero ten en cuenta que tus sentimientos los controlas tú y no puedes ni debes hacerme a mi responsable de ellos, porque vivirías en una mentira y me estás inflingiendo a mí el mismo daño del que me acusas.
Que yo tenga una conversación contigo que revuelva sentimientos y bolas atascadas, palabras no dichas o arrepentimiento por ciertos actos, miedo ira, enfado, no te justifica para verter esta emociones sobre mi y culpabilizarme de ellas.
No tengo por qué hacerlo ni porqué justificarme pero este lobo que es la “puta vida” me ha tirado a un río con los pies atados a una cuerda en más de una ocasión y claro que me he hundido y claro que me he sentido mal cuando alguien me ha dicho algo para minimizar mi dolor o restarle importancia, pero creo que este no es el caso.
En mi vida intento hacerme cargo de mis propias emociones y hay veces que puedo y hay veces que no y lo único que puedo hacer es hacerme una cueva en mi cama llorando como un niño desamparado, dando golpes y gritando ¡¡¡Por qué yo!!!¿¿¿Por qué siempre me toca a mi todo lo malo??? Pero intento no ir por la vida lanzando mis emociones como pedradas al resto de la gente para que se sientan más empáticas con mis heridas. Luego llegan días buenos que son como un bálsamo y luego llegan días peores en los que todo se junta y se te echa encima de nuevo como una montaña de mierda emocional de proporciones épicas.
Y ya que nos estamos sincerando, Claudette, y hablando de emociones quiero confesarte que ahora mismo TE ODIO, así, en mayúsculas, porque siento que para hacer balance de tu año y sentirte mejor y no dejar cosas pendientes, sin decir o sin hacer, me has lanzado toda tu mierda a mi tejado y ahora soy yo la que se enfrenta a un fin de año no solo con sus taras y heridas emocionales sino con las que tú y tus acusaciones habéis añadido a mi gran biblioteca. Cada fin de curso, cada baile de carnaval doy lo poco que me queda para compartir #momentosynocosas con mis hijos y TE ODIO porque me has robado -aunque sea inconscientemente- esos momentos con mi familia. Llevo toda la noche sin dormir sintiendo tu dolor, sin comprender cómo me puedes haber interpretado tan equivocadamente y por qué te has atrevido a dispararme al corazón sin previo aviso, alegando hundimiento emocional sin medir que tus palabras suponen el mismo acoso y abroncamiento hacia un persona que no puede solucionar tu incapacidad emocional para lidiar y tratar de una forma empática a las personas con las que te relacionas en el mismo nivel en el que podemos estar tratando tú y yo ahora mismo como conmigo. Y al final mi forma de lidiar es esta, escribir desde las entrañas, sincerarme conmigo misma y con el mundo, pero no dejarlo pasar. No es justo, no me has tratado bien, te odio y espero que estas palabras tracen un hechizo mágico imposible y te borren de mi mente para siempre y pueda disfrutar esta noche de mis hijos, de los vivos y de los de las estrellas, de mis seres queridos cuando se sienten a una mesa, cercanos o lejanos y podamos celebrar y aplaudir el final de las malas películas y esperar con ilusión que al menos la siguiente cinta nos traiga alguna carcajada o sonrisa cómplice.
Sin más te deseo lo mejor, una pronta recuperación emocional y que no vuelvas a ponerte en contacto conmigo.
Belén