miércoles, 18 de diciembre de 2019

Querido oncólogo

Querido oncólog@:

En primer lugar quiero pedirte disculpas por cualquier falta de ortografía o cualquier incongruencia que encuentres en estas palabras. Al fin y al cabo mi neuropatía periférica es la que me impide ser la fantástica y veloz mecanógrafa que era antes de enfermar. Ahora mis dedos se van de tecla constantemente y tengo que borrar y releer una y otra vez para escribir bien.

Los tumores de mi cerebro y los efectos secundarios de mis distintos tratamientos me hacen tener eso que llamáis "chemo brain" y que parece no tener traducción al español porque "cerebro quimioterápico" no suena demasiado bien (ni falta que hace). Circunstancia en la que me escudaré para justificar cualquier salida de tiesto que se me pueda colar en estas líneas. Además, te escribo a las seis de la mañana después de llevar en pie desde las dos de la madrugada aproximadamente, a pesar de todos los medicamentos que tomo para dormir y el consumo casi totalmente reducido de bebidas con cafeína... Además, ahora no estoy tomando ningún tratamiento y parece que la enfermedad va respetando este parón y no avanza.

En fin, que te escribo esta carta porque de un tiempo a esta parte no siento "feeling" contigo. Como hoy, que me has dado una chapa no muy agradable sobre que me dijiste que la cita médica era 90 minutos después de la hora que figuraba en el volante de citaciones que me diste en nuestra última cita (ni que fueras mi noviete) en noviembre, cosa que ni yo ni mi marido recordamos. De hecho, lo que recuerdo perfectamente fue preguntarte:

- Entonces, la analítica ¿Me la hago en extracciones?

A lo que tú contestaste positivamente. Para quienes no sepan de qué va el percal, normalmente cuando recibes un tratamiento para el cáncer en el hospital de día, primero te tienes que hacer una analítica en el hospital de día y después ver a tu oncólogo para que apruebe el tratamiento o lo retrase si hay algún problema. Cuando no te van a poner tratamiento, en cambio, no hay prisa por ver los resultados ni tener la analítica más reciente, por lo que esta se realiza en extracciones, donde puedes ir cualquier día de diario de 7.30 a 10.00 de la mañana.

En fin, que ya no tiene demasiado sentido andar discutiendo si sí o si no fue así. Si yo me equivocado o tú cometiste lo que los ingleses denominan un "honest mistake", un error desintencionado, lo llamaría en español, o un simple despiste.

Entiendo que estás saturado. Ya me lo has dicho más de una vez. Que tienes muy poco tiempo asignado para ver a cada paciente y que en realidad necesitarías mucho más. Que las agendas están llenas, que cada una vamos a tu consulta con nuestras propias movidas personales, pero lo que no entiendo es la falta de empatía que respiro en tu consulta últimamente. No sé si se debe a que estás cansado, sobrepasado o saturado,  pero entenderás que para mi recibir palabras como

- Ahora podríamos no estar hablando-. Refiriéndote a que podría estar muerta, lo que es de lo más normal cuando te diagnostican con 37 años un cáncer de mama metástasico her2 y te informan de que que la mediana de supervivencia en las afectadas por este tipo de enfermedad es de 2,5 años. Y sí, me considero afortunada por estar todavía viva, por superar esa cifra estadística, por tener la suerte de vivir en un país y en una comunidad autónoma que financia mi tratamiento sin problema... Pero también me siento terriblemente desdichada cuando pienso que esta enfermedad está truncando mi vida en el peor momento posible, con tres hijos pequeños, de entre 12 y 5 años, que todavía necesitan a su madre.

Me siento horriblemente deprimida cuando me voy a la cama y pienso que tal vez mañana no me levante. Me siento muy desasosegada cuando intento intuir cómo será la muerte, cómo se sentirá, pero también cuando intento discernir si será mejor vivir una lenta agonía y estar más tiempo con mi familia, o morir de golpe,de un día para otro, sin preparación ni paños calientes... Un día mis hijos tienen madre y mi marido esposa y al siguiente no.

Cuando te pido una cita que compatibilice mis visitas a tu consulta con las necesidades de mis hijos (llevarlos al colegio y recogerlos, principalmente) me parece entrever a veces una nota de fastidio... Quizás sea parte de mis paranoias y no sea real, pero tienes que entender que esta enfermedad ha forzado los hábitos familiares hasta extremos insospechados. Hoy, por ejemplo, mi suegra ha tenido que madrugar para coger un autobús de noche, dejando solo a mi suegro que tiene importantes problemas de movilidad, para poder llevar a mis hijos al colegio y que yo pudiera llegar puntual a una consulta que ha tenido lugar hasta dos horas después de la que figuraba en el volante.

Entiendo que tu agenda es limitada, que tienes que hacer malabares para poder encajar las fechas de todos los compromisos que tengas con tus pacientes, tus consultas, incidencias en el hospital de día, guardias de urgencias, asistencia a comités,formación, vacaciones, etc. Pero me gustaría que tú también hicieras ese esfuerzo por entenderme... En el fondo yo soy y siempre seré la que salga perdiendo en esta relación, lo mires como lo mires. Así que, teniendo en cuenta eso, algunas palabras del tipo "siento la confusión", "quizás no me expliqué bien", "lamento que hayas tenido que esperar tanto" o "entiendo que estés enfadada" hubieran sido un bálsamo que me habría permitido salir de tu consulta mucho menos frustrada y enfadada.

Yo tengo un negocio propio, nacido de la pasión por la maternidad y siempre he sido de las defensoras de la política de dar las gracias o de disculparse, aunque en realidad pienses que tú no tienes culpa de nada. Los sentimientos de una persona son eso, sentimientos, no son lógicos sino viscerales, y por eso, a veces, una disculpa, una frase conciliadora o una pequeña muestra de empatía pueden significar la diferencia entre derrumbarse entre sentimientos de rabia,frustración, enfado y tristeza o proponerse luchar dentro de lo posible por cambiar un sistema que, sometido a los recortes y a la falta de interés de los políticos, exprime a los profesionales sanitarios y engulle y digiere a los pacientes como si fuera una máquina empeñada en avanzar sin piedad, cueste lo que cueste.

Recuerdo que, en un momento dado en el que bromeaba contigo sobre que mis hijos e iban a hacer farmaceúticos después de verme durante la infancia tomar pastillas y pastillas me dijiste

- No, mejor que se hagan médicos.

Esa frase me hace pensar que tienes verdadera vocación por lo que haces. También me hace reflexionar sobre todo lo que tienes que ver en tu consulta cada día y que al final no te quedará más remedio que endurecerte ante las tragedias ajenas. Pero cada día se manifiesta la mayor necesidad de empatía con los pacientes, que no se puede lograr cuando un profesional, solo por vestir una bata blanca, se coloca en un pedestal desde el que arengar a los pacientes.

Otro ejemplo más que me ha pasado varias veces contigo y con alguna otra oncóloga del equipo cuando tu estabas de vacaciones:

- Me has dicho que me avisabas si las transaminasas estaban altas y de hecho lo estaban y no has venido a comentarme nada, tal y como habíamos quedado- le digo a la oncóloga al cruzarme con ella en el hospital de día.
- Bueno, eso a mí no me preocupa- responde ella.
- Pues a mí sí,- le digo yo- porque tu llegas a casa y no estás enferma, pero yo salgo de aquí y sigo estando enferma y es normal que me preocupe cuando veo una analítica con unos cuantos valores alterados.

Hoy mismo te pregunté también por algún tema relacionado con la posible adicción a las anfetaminas o que el organismo se acostumbre y haya que ir subiendo la dósis. De nuevo esa respuesta que me resulta odiosa: "eso no me preocupa". Pero la verdad es que a mi sí, porque a veces me da la sensación de ser un conejillo de indias en el que van probando cosas a ver qué pasa y nunca se terminan de solucionar mis problemas por muchos cócteles distintos que probemos.

Estoy acostumbrada a los discursos éticos sobre la autonomía del paciente, que hoy en día se plasma en avances como el consentimiento informado, un requerimiento legal que hace unas cuantas décadas era impensable, pero más allá de las pruebas invasivas, creo que también los profesionales deberíais preguntar a los pacientes hasta qué punto quieren ser informados de sus pruebas, tratamientos, opciones terapeúticas, etc. Esto implica "empoderar" al paciente para que se sienta implicado en su enfermedad, la conozca y pueda tomar decisiones al respecto valorando todos los datos.

Más de una vez, cuando he entrado en tu consulta me has "medio-abroncado" por mirar en la aplicación informática los resultados de las pruebas sin esperar a que tu me los explicaras. Para mí, esto es "desempoderante", aunque no sea esa la intención. Me reduce a una mera espectadora de mi enfermedad y, por desgracia, no soy solo espectadora, sino protagonista. Tengo un nivel de estudios avanzados y aunque no he tenido que pasar por un MIR o una especialización, me considero capaz de entender con bastante solvencia textos científicos, tengo conocimientos de anatomía general y especialmente de la mama... Obviamente, no alcanzarán los tuyos. Yo únicamente estudie la anatomía mamaria para formarme como asesora de lactancia, pero también sé consultar una base de datos de publicaciones científicas, como PubMed, e incluso diferenciar entre estudios observacionales, experimentales,doble ciego, meta-análisis, etc. Sé suficiente inglés y tengo la suficiente curiosidad como para llegar a encontrar una guía clínica de tratamiento del cáncer de mama her2 positivo en webs de referencia en inglés y sentirme reflejada en ellas y usarlas de base para investigar algo más.

Cuando me aleccionas contra estas prácticas siento que me estás tratando como una paciente díscola, que no confía en tu criterio y en tu superior sapiencia y experiencia sobre el tema... Y, en realidad, es todo lo contrario, leer mis informes, investigar sobre mi enfermedad me permite plantearte preguntas y dudas que son relevantes para mí cuando estoy en tu consulta. Si otros pacientes prefieren otro nivel de tratamiento e implicación en su enfermedad, a mí me parece perfecto, pero creo que debes respetar que yo quiera ir más allá y estar informada de todo lo que pasa en mi cuerpo cuanto antes, máxime cuando disponéis de una aplicación que nos permite a los usuarios consultar, precisamente, los resultados de nuestras analíticas y nuestras pruebas.

Quiero terminar reafirmándote y reafirmándome en un término que estos últimos días he usado profusamente: "humanización", "humanización en la atención al paciente". Un principio que considero un derecho para la población en general, pero que resulta más necesario si cabe para los enfermos crónicos, que nos pasamos media vida en el hospital: consultas, citaciones, analíticas, pruebas de diagnóstico, farmacia y un largo etcétera.

Pero creo que es un derecho que también tiene otra cara de la moneda, que se refiere a la humanización de los profesionales, a la necesidad de que contéis con los medios, el tiempo, el personal y la plantilla adecuada, porque no creo que sea nada agradable convertirse diariamente en el punching-ball de los pacientes frustrados por una atención deficitaria. Creo que la estrategia de la humanización pasa precisamente por que profesionales sanitarios y pacientes trabajemos de manera conjunta para pedir a las autoridades mayores inversiones y recursos que permitan que las relaciones con los pacientes sean más fluidas, la actividad de los profesionales más satisfactoria y que los pacientes, la base de toda esta pirámide, dejemos de ser eso "pacientes" para convertirnos en protagonistas activos de nuestra salud. Los únicos beneficiados de un enfrentamiento continuo entre médicos y pacientes son los que están empeñados en cargarse el sistema público de sanidad o a quienes les importa un pimiento que grandes profesionales formados en nuestro país, emigren a otros países a trabajar.

La calidad asistencial es otro manido término que, al final, no sirve para demasiado. Todavía hay mucha gente en nuestro país que piensa que el médico, el cura y el maestro son las "fuerzas vivas" de una población y no se atreverían a desafiar al sistema para presentar una queja, ni sobre la educación, ni sobre la sanidad.

En fin, no te entretengo ni me entretengo más que mis hijos están a punto de levantarse y hoy me espera por delante otra maratón hospitalaria y quién sabe cuánto retraso llevará la persona que  me tiene que atender y cuál será su talante. Bonito panorama.

Sin más, un saludo.

PD. Por si te interesa, te cuento que tengo activa una pregunta en la plataforma osoigo para ver si los políticos se mojan dando explicaciones sobre las esperas interminables y la deshumanización que sufrimos muchas veces los pacientes crónicos.

miércoles, 10 de julio de 2019

Ni pedos de unicornio ni pollas en vinagre

Sí, es un título muy radical, pero estos últimos días he estado sufriendo una vivencia muy "radical" y parece ser que parte de mi manera de afrontarlo es cagarme en la puta vida y en el puto cáncer y lanzar improperios contra el destino, la vida en general y esta mierda de enfermedad en particular.

Al martes tuve un día de mierda. Ya habíamos tenido que parar el tratamiento con TDM1 que estaba yendo fenomenal para las metas cerebrales porque el hígado empezaba a estar tocado. El siguiente paso fue bajar la dosis de medicación y, aún así, el hígado no mejoró, así que en junio mi oncólogo decidió pasar a la siguiente opción de tratamiento, que era Capecitabina (un quimioterápico) en combinación con Lapatinib (un inhibidor del HER 2.

Yo no me lo tomé muy bien. Suponía "quemar" una etapa más, una opción de tratamiento, sin vuelta atrás, pero allá que fuimos con ilusión después del bofetón inicial a por una opción terapeútica que, aparte de los efectos secundarios, a muchas compañeras de enfermedad les había ido -y les sigue yendo- fenomenal.

Justo al día siguiente me caí en colegio de mis hijos durante su actuación de fin de curso. Menos mal que había un muro de padres entre medias y los niños no vieron nada. No me fracturé ningún hueso pero me dejé media piel de la rodilla en un bordillo de cemento, lo que ha supuesto -y sigue suponiendo- ir a curas casi todos los días de la semana... Eso se sumó al cansancio por la nueva medicación y a mi insomnio crónico para dejarme dos semanas bastante hecha polvo, pero este martes ya fue la puntilla.

Visita al oncólogo con analítica previa. Cita a las 9:15 de la mañana (yo llevaba como desde las cuatro de la madrugada despierta). Allí como un reloj con mis venas dispuestas. Y luego esperar, esperar y esperar para ver al doctor. Como a las 12 me empecé a encontrar mal y me fui al hospital de día, donde me dejaron una cama para tumbarme y me ofrecieron un zumo y un sandwich. Yo me tomé un anticonvulsivo porque sentía los "prodromos" de una convulsión (ya véis, el término prodromos no se aplica solo a los partos sino también a circunstancias menos agradables y sin premio final).

Como a las dos de la tarde llegó mi oncólogo... Y CON MALAS NOTICIAS. El hígado seguía resentido y va a PEOR. La nueva medicación no está ayudando sino empeorando y eso que las dosis son más bajas de lo normal. Ahora mismo mi vida corre más peligro por una complicación hepática que por el cáncer así que su recomendación es suspender cualquier tratamiento, averiguar si hay alguna causa adicional subyacente que esté empeorando el hígado y esperar a que

- El hígado mejore
o
- El cáncer progrese.

Así que así voy. En plan "comando" con mi hígado hecho polvo, mi cáncer de mama metastásico con metas en cerebro, huesos e hígado y sin tratamiento por la vida. Todo ello junto a un kit de insomnio crónico, riesgo de convulsiones epilépticas, retención de líquidos y una rodilla hecha mierda que me tiene prácticamente recluida en casa sin moverme.... Vamos, un sueño hecho realidad.
Me pasé el resto del día llorando y rabiando y preguntándome el absurdo ¿Por a mi habiendo tanto hijo de puta sano por el mundo? ¿Por qué yo que ya he pasado lo mío con Pequeña Flor tengo que sufrir también esta mierda. Cuando perdí a mi hija por lo menos tenía el consuelo de que yo le había dado luz, calor y cariño todo el tiempo que habíamos estado juntas, pero ahora solo siento como un veneno negro me carcome por dentro y se va extendiendo, intoxicando no solo mi cuerpo sino mi vida y la de mi familia, planteándonos solo qué más MIERDA se puede añadir a este cótel de bilis que es el cáncer.

El martes solo quería llorar y llorar y daba golpes en la cama sacando toda la rabia que podía contra la PUTA ENFERMEDAD, EL PUTO CÁNCER DE MIERDA Y LA PUTA VIDA que nos hace lidiar con todo esto mientras transitamos un camino en el que la gran mayoría goza de una vida insulsa y anodina que es lo que yo más querría en este momento. Una vida normal. Una vida donde ya he lidiado con dos pérdidas gestacionales, un hijo ingresado en neonatos durante más de diez días después de nacer, que además ha tenido que ser operado dos veces del riñón antes de cumplir un año, ingresos por infección en el riñón,... ¿Es que no es suficiente BASURA VITAL para una familia, como para encima añadir a eso un PUTO CÁNCER DE MIERDA diagnósticado antes de los 40 años?

Y sí, obviamente, todo podría ser peor. Me podría haber muerto YA en lugar de llevar más de tres años lidiando con la enfermedad... Podría ser yo una de las demasiadas compañeras de enfermedad -también jóvenes y con hijos- que han fallecido en los últimos días. Y me repito, no se han ido al cielo, no son estrellas, no han perdido ninguna batalla, son VÍCTIMAS de una enfermedad y de la falta de inversión en INVESTIGACIÓN para parar esta sangría vital que sufrimos las mujeres.

También podría no haber nacido y no haber vivido ni lo bueno ni lo malo de estos últimos 40 años. Podría no tener tres hijos y un marido estupendo a los que sé que voy a dejar tirados en un momento dado u otro por este PUTO CÁNCER DE MIÉRDA. Podría no haber conocido a toda la gente maravillosa que he conocido durante todo este tiempo y que me acompaña como bien quiere o puede en este camino pero ¿Sabéis qué? Renunciaría a todo eso con tal de poder ESTAR para mis hijos, para mi familia, por no dejarles en la estacada, por no producirles todo el dolor y el sufrimiento que sé que les voy a producir a causa de esta PUTA ENFERMEDAD DE MIERDA.

Asi es como lo vivo, así es como lo siento. Ahora NECESITO cagarme en todo, jurar y perjurar, llenarme la boca de palabrotas y rabiar contra el mundo porque es mi manera de lidiar con todo esto. Por eso cuando veo mensajitos del tipo:

- Hay enfermedades peores como el ELA...

Pienso, sí, claro, lo que me faltaba... algo más. Que haya gente que está peor ¿Me tiene que consolar? Pues mira no, mi dolor es mío, mi sufrimiento es mío y que sufran los demás o que haya niños que mueren de hambre en el tercer mundo, o de enfermedades perfectamente curables en el primer mundo o ahogados intentando llegar al paraíso prometido, NO ME CONSUELA. No, me jode más, porque la vida sea así de puñetera.

- Que los pensamientos negativos no ayudan a salir del pozo...

Pienso sí, claro, guapi... Voy a pensar en pedos de unicornio, en arcoíris y en osos amorosos, que eso me va a ayudar mucho a curarme de mi enfermedad y a vivir la vida como si no pasara nada, como si mi vida fuera la vida normal de cualquier persona. Pues no. El cáncer es una PUTA MIERDA, y si necesito cagarme en ello y en la puta vida, encima no vengas a culpabilizarme y hacerme sentir peor porque no veo el LADO POSITIVO. Que sí, que lo hay, que estoy viva y podría estar muerta, pero es muy elástico decirle al resto del mundo cómo se tiene que sentir respecto a su enfermedad, sea un uñero o un PUTO CÁNCER DE MIERDA. Mis sentimientos me los gestiono yo y para mi el CHANCLISMO POSITIVISTA que me intentan vender algunas personas no me ayuda. Al contrario, me cabrea y me enfada más, porque si todo consistiera en tener una visión positiva de la vida, tanto mejor nos iría, pero la PUTA realidad no es así. LA PUTA REALIDAD te arroya y se lleva por delante la vida que tanto esfuerzo te ha costado constuir, en la que has invertido tanto de tu alma, de tu esencia vital y de tu amor, por un PUÑETERO e INMERECIDO ataque al corazón de un padre que deja a una familia rota con tres hijos pequeño mientras que hay cabrones que conducen bebidos o circulan mirando el móvil y no se estrellan sino que llegan a sus casas sanos y salvos para seguir cometiendo imprudencias y poner en riesgo la vida de los demás sin dedicarle ni dos pensamientos y medio. 

- Yo he pasado por lo mismo que tú...
Pues mira, tampoco. Has pasado por un PUTO CÁNCER DE MIERDA y es una vivencia que hemos compartido. Pero tú te has curado y vas a revisiones cada seis meses, mientras que yo me paso media vida en el hospital, en consultas, con tratamientos y pruebas, traslados del Samur, etc. Sé que me lo cuentas con buena voluntad y desde el deseo de ayudar... Pero en el fondo me obligas a poner una sonrisa y a no decir nada, porque no te quiero amargar tu "triunfo en "la batalla" (¿os he dicho ya que los términos bélicos en las conversaciones sobre el cáncer y otras enfermedades me parecen lo peor?) contándote que yo soy consciente de estar "abocada al fracaso" desde el principio de mi diagnóstico y sé que voy a dejar a mis hijos huérfanos de madre en un momento dado u otro. Porque no quiero contarte lo que me duele ir a ver a mi hijo mayor graduarse de la ESO y no saber si podré hacer lo mismo con mis otros dos hijos, tener la casi completa seguridad de que nunca conoceré a uno de mis nietos.

- Pues te veo mejor... 
Sí, claro. Porque cuando estoy peor y hecha polvo que no me puedo ni mover ni levantarme de una silla sin apoyo tú no me ves. Porque estoy en mi casa, sufriendo mis achaques por suerte con una pared entre medias y no una vitrina de cristal para que tú puedas ser testigo de mis achaques, mis dolencias, mis cenas y desayunos a base de pastillas, mis ataques de ira al final del día resultado del cansancio y de la frustración que muchas veces termino pagando injustamente con mi familia, que son quienes me quieren y me cuidan y eso me crea más culpabilidad y más frustración entrando en un bucle perverso... Pero sí, tú me ves mejor. Quédate con eso y sigue con tu vida, que es la opción fácil... Y no, no quiero que me compadezcas ni quiero tu ayuda si no te la pido, pero frases como esas creo que a veces las decimos más por sentirnos nosotros bien, que es más sencillo que intentar entender la realidad de la otra persona.

- Pienso mucho en ti, pero no te llamo por no molestar...
Sí, cierto, es muy molesto que una persona te llame para preguntarte qué tal estás... O mandar un whasapp, o un e-mail o un emoticono en facebook o cualquier otra red social... Super, super, molesto... Tanto que me enfado mucho con la gente que lo hace y le doy malas contestaciones ¿De verdad me estás contando esto?¿Qué me piensas mucho pero no me hablas ni te comunicas conmigo aparte de las energías cósmicas de tus pensamientos? Pues lo siento mucho, pero mira, tengo móvil, Netflix y Wi-Fi pero receptor de energías cósmicas de buenos pensamientos que me haga ser consciente de que te importo medio pimiento porque llevo cuatro años sin saber de ti y ni te has molestado en responder a mi último e-mail... NO, de eso no tengo igual que carezco de receptor de buenas energías solares y alegría de pedos de unicornio. No. Parece que estoy más sintonizada con el receptor de "pollas en vinagre" que me hace cagarme en la puta vida cada vez que alguien me cuenta una milonga del estilo de "te pienso mucho"... Porque ¿Sabes lo que pienso? Que me piensas mucho sabiendo en el fondo la suerte que tienes de que esta MIERDA la esté viviendo yo y no tú y la suerte que tienes de no tener que estar pasando por esto... ¿Y sabes por qué lo sé? Porque yo pensaría lo mismo en tu caso, si yo estuviera en tu lugar y tú en el mío. En el fondo, los seres humanos siempre somos así, siempre queremos más, más vida, más salud, más felicidad y menos mierda que nos joda la vida y menos mierda ajena que nos recuerde lo afortunados que somos de no tener que estar lidiando con eso.

Así que, en resumen, no estoy por la labor de fuerza, ni de ánimos, ni de chanclismo cósmico, ni de culpabilizaciones gratuitas. Si lo que me sale es cagarme en la puta vida, déjame desahogarme a gusto. Acompáñame cagándote tú también o calla si lo prefieres, pero no me vendas la moto de que siempre hay cosas peores y debemos centrarnos en lo positivo. El único pensamiento positivo que me sale a mi de todo esto es que el día que me muera podré ser madre de Mi Pequeña Flor y el Chico Invisible, mis dos hijos del alma y del cuerpo que nunca llegaron a conocer el calor de mis brazos, pero eso ni si quiera es consuelo, porque en realidad yo no creo en la vida después de la muerte.

Así que, lo dicho: Ni pedos de unicornio ni pollas en vinagre. Pese a quien pese, el PUTO CÁNCER DE MIERDA es eso, una MIERDA, de la que no se sale siendo optimista ni ganando o perdiendo batallas. Es una enfermedad que se sufre y hace sufrir a los demás y de la que solo nos libraremos con MÁS INVESTIGACIÓN y más inversión en investigación, tratamiento y prevención... Y, mientras tanto seguiremos viviendo y muriendo de ella y con ella, sin que nos libre de la enfermedad, efectos secundarios y secuelas nintún pedo de unicornio ni palabrota lo suficientemente gorda...