Todavía hay quien se sorprende de escuchar que alguien murió de cáncer de mama. Los medios de comunicación, y la sociedad en general, nos vende la imagen edulcorada del lazo rosa, de las famosas con pañuelo rosa en el pelo, de los avances en investigación, de las historias de superación, etc. Por eso, todavía hay a quien le cuesta asumir que el cáncer de mama sigue siendo una enfermedad mortal. Que sí, que es verdad que el 80% de las mujeres que lo padecen se curan, pero... ¿Qué hacemos con el 20% restante? Porque esas son las que mueren, las que morimos...
1 de cada 5
No es una cifra nada desdeñable. Y con ello no quiero asustar a nadie, sino constatar una realidad de la que no se habla porque no vende, porque no es bonita, porque ningún político ni gerifalte de instituto de investigación se puede congratular ni dar apretones de manos vigorosos en los medios con esta estadística detrás.
Y sí, es un triunfo social y médico que 4 de cada 5 mujeres se curen y puedan seguir con su vida y después de pasar por un cáncer de mama y "solo" (léase en tono irónico) tengan que luchar con las secuelas de operaciones, tratamientos, etc.
Pero es que en España se estima que somos unas 20.000 mujeres las afectadas por cáncer de mama metastásico, o en estadio IV, sí, ese que no se cura, sí, ese del que no se habla. Aunque se hable cada vez un poquito más porque hemos decidido que no nos vamos a callar. Nos alegramos por nuestras compañeras que se curan y nada más lejos de nuestra intención asustarlas o ser agoreras haciéndoles pensar en recidivas o recaídas, pero es que ninguna mujer ni ninguna sociedad actual debería vivir con una venda en los ojos... Una venda que, además, resulta ofensiva para las afectadas, para las marginadas: nos vemos enfermas, con un pronóstico atroz y además ignoradas por la sociedad que prefiere la vertiente simpática del lazo rosa.
Pues no, las mujeres SEGUIMOS MURIENDO DE CÁNCER DE MAMA. Ignorar esta realidad es retrasar el momento de mantener un abordaje serio, centrado en la investigación y orientado a la curación de la enfermedad (mucho más allá de la cronificación o los cuidados paliativos que es lo que nos ofrecen hoy en día).
Ayer (17 de octubre de 2018) murió Miriam Ruíz de Larrinaga, más conocida en las redes sociales como Mamá en Red. Con sus 39 años, dos hijas y toda una vida por delante, la enfermedad la arrolló y acabó con su cuerpo, aunque nunca con su sonrisa y sus ganas de vivir. No hay más que ver su labor altruista en la web Vive tu cáncer, sus publicaciones en IG, su activismo a favor de la Asociación Cáncer de Mama Metastásico,
Miriam era una luchadora... Nadie puede decir que perdió la lucha contra el cáncer o el cáncer la venció, nada de eso. El puto cáncer se la llevó por delante, la atropelló y puso fin a una vida que merecía ser vivida en todo su esplendor, a una madre que merecía entregarse a sus hijas durante mucho tiempo, a una amiga que merecía muchos cafés y charlas de tarde de invierno... Tantas cosas se han perdido, tantas cosas se han truncado con la desaparición del cuerpo que envolvía ese alma y esa sonrisa, que resulta más duro todavía seguir viendo la imagen edulcorada del lazo rosa.
No señores, no somos rosas, hoy somos negras, negras de luto, y así deberíamos ser todos los días, porque cada día se marcha alguna, cada día hay más VÍCTIMAS del cáncer de mama... y lo digo en mayúsculas, víctimas, porque eso es lo que somos, daños colaterales de la dejadez de las instituciones y la sociedad que se centran en vendernos el lacito rosa, el cáncer como una enfermedad superada y que se cura... ¡¡¡Qué no coño!!! ¡¡¡Qué no!!! Y es que solo me salen improperios y palabrotas en estos momentos... Si nos centráramos en lo verdaderamente importante ese 20% se reduciría al 18% y luego al 15% y luego al 12% y muchas mujeres se salvarían de la masacre del cáncer de mama.
Nos rasgamos las vestiduras cuando hablamos de la violencia de género... Y está bien hablar de ello. Pero generemos debate social también en torno a las mujeres que pierden la vida víctimas del CÁNCER DE MAMA, abandonemos ese discurso triunfalista porque no es real, porque queda mucho por hacer, porque si no hemos conseguido salvar a Miriam, habrá otras muchas mujeres por salvar que hoy son niñas y que no merecen morir arrollladas por un cáncer de mama.
Y somos víctimas, no superheroínas, ni luchadoras, ni guerreras que perdieron una batalla. Que a nadie se le ocurra decir que Miriam no venció su cáncer porque no luchó, porque no se cuidó o porque no tenía ilusión o una mentalidad positiva... porque estaría mintiendo vilmente. Y aún así Miriam ha muerto. No se ha marchado, no ha perdido una batalla, ha MUERTO. Con todas las letras, con todas las mayúsculas,... Su muerte es una muerte que debería avergonzar a una sociedad centrada en el triunfalismo en la lucha contra el cáncer de mama. Su muerte pasará desapercibida para la mayoría de la gente que decide los presupuesto o gestiona las políticas de investigación. Pero su muerte está ahí, es una realidad, una realidad que no es rosa sino fea y gris. Y no debería pasar desapercibida. Ni la muerte de Miriam ni la de muchas otras mujeres.
A las que quedamos aquí, penando por su muerte y empatizando con su familia y amigos, nos queda ponernos en su lugar. Tener la certeza de que su destino es el mismo que el nuestro (a no ser que nos atropelle un coche primero) y luchar porque no se la olvide, porque no se nos olvide a ninguna de las que estamos ni de las que ya no están, luchar por no pasar desapercibidas, por no resultar engullidas por la marea triunfalista del lazo rosa o del diagnóstico precoz,... Y el problema es que somos pocas y convivimos con la enfermedad, con lo que nuestros esfuerzos se quedan pequeños en comparación con otras campañas relacionadas con la enfermedad.
Adios Miriam. Te mando a mi Pequeña Flor a que te guíe por entre todas esas estrellas que publicabas hace poco en IG y a que te ayude a brillar en el firmamento tan intensamente como viviste. Siempre serás un ejemplo, siempre serás una guía, siempre te llevaremos con nosotras. Ojalá tu muerte sirviera de algo, ojalá tu pérdida dejara de ser otro absurdo daño colateral en el camino a desterrar al cáncer de mama de una vez por todas como ese asesino silencioso que nos acecha detrás de las esquinas. Ojalá.