lunes, 9 de enero de 2017

Mirar atrás y no lamentar nada

Decía en mi última entrada que vivo mi vida en un delicado camino intermedio entre "la venda en los ojos" y el "bloque de cemento en los pies". La venda te hace vivir en el engaño, el cemento te hunde en la miseria. Es un equilibrio delicado que hay que rehacer cada día y a cada momento y es inevitable caer en un momento u otro en cualquiera de las dos riberas que enmarcan este discurrir.

Vivir cada día plenamente. No como si fuera el último. Eso es imposible. Imagínate seis meses viviendo como si cada día fuera el último. Inevitablemente caes en la rutina y dejas de hacerlo. Lo que sí intento es vivir cada día con plenitud y con consciencia, intentando que merezca la pena, dando todos los abrazos que puedo, devolviendo las llamadas hoy, no dejando los planes para "otro momento", tratando de aprovechar al máximo los momentos con las personas y desvinculándome un poquito más de las cosas materiales.

Y una cosa que  me ayuda mucho en este camino es la sensación de no tener que lamentar nada. Me explico. En distintos momentos de mi vida me he enfrentado a opciones: continuar en la oficina y ascender en lo que todo el mundo consideraría el camino lógico al éxito profesional o transitar otra senda más solitaria (freelance), pero que me resultaba más gratificante a nivel personal. Tener a mis hijos conmigo o llevarlos a una guardería. Horarios draconianos que me mantenían demasiado tiempo fuera de casa o una apuesta real por la conciliación.

Aunque nunca me he arrepentido de las decisiones que tomé en su momento respecto a los grandes rumbos de mi vida, ahora lo hago menos todavía. Porque esas decisiones fueron tomadas con la perspectiva de mi "autocuidado" más allá de lo profesional y apostando por mi familia. Y si hubiera renunciado a pasar más tiempo en casa con mis hijos y con mi marido, hoy, viendo como la arena del reloj está contada y se escapa entre los dedos de las manos para no volver, no podría perdonármelo

En cambio, me produce una gran paz pensar que, a pesar de que en el futuro tal vez no esté para ellos, hasta ahora he estado y he intado estar presente y a su lado. No tengo nada de lo que arrepentirme. He estado aquí, hemos estado juntos, creando recuerdos, fabricando vínculos. Y lo seguiremos haciendo.

Ya sé que es muy difícil eso de escarmentar en cabeza ajena, pero mi reflexión de hoy para ti que tienes cáncer y para ti que vives sano, no es vive cada día como si fuera el último. No. Mi consejo es que tomes tus decisiones teniendo en cuenta el aquí y el ahora. Que no ahorres tiempo, cariño o afecto para mañana. No esperes a llevar a tu pareja a una cena romática para "cuando estés menos cansado" o "ahorre más dinero"; en cualquier momento puedes bajar las luces, tender una manta en el salón e improvisar un picnic romático. No esperes a las vacaciones para sentarte con tu hijo y jugar con él. No pospongas, no dilates.

No vivas tu vida como si fuera tu último día, pero tampoco como si fueras a vivir para siempre. Vive tu vida de tal manera que siempre estés satisfecho con la persona que eres y con cómo te desenvuelves en ella. Y, por un momento, apéate del carrusel consumista y recuerda la importancia de los momentos compartidos, las sonrisas, las conversaciones sin fin, las miradas cómplices: #momentosynocosas porque eso es lo único que podrás llevar siempre contigo y lo que siempre quedará de ti.


Una foto publicada por Eloísa López (@eloisa_lopez) el

2 comentarios:

  1. Cada dia todos nos enfrentamos a la muerte pero como la mayoria no tenemos ninguna certidumbre de cuando mas o menos puede llegarnos pues simplemente la olvidamos y seguimos adelante entretenidos en el ajetreo diario.
    Pero lo cierto es que llegara para todos mas tarde o mas temprano, anunciandose o de forma inesperada.Por eso deberiamos tratar de ser un poquito mas reflexivos a diario porque al final seran nuestras obras de bien lo que llevaremos y dejaremos a la vez cuando esta vida se nos haya acabado.

    ResponderEliminar
  2. Todos tenemos un reloj de arena unos con más arena y otros con menos. Gracias por recordármelo, gracias por darme una visión tan real de lo que es estar en el otro lado, gracias por compartir, no con intención de dar lecciones a nadie sino por enseñar tu realidad, que te aseguro que me hubiera ayudado muchísimo hace tiempo (y por desgracia ya no queda arena). A pesar de todo gracias porque me ayudas a aprender a vivir mi mejor presente, que hará que mi mañana sea mi mejor mañana.

    ResponderEliminar